sábado, enero 21, 2006

El verdadero valor de la información

De cómo una historia de guerra se convierte en una clase de Documentación y Periodismo

Un amigo y colega en el curso de Nuevas Tecnologías que me comentaba su dificultad para hacer entender a sus alumnos el verdadero valor y lugar de la información en la sociedad contemporánea, y que esta idea no sólo fuera una expresión más extraída de algún texto o manual, quedó sorprendido cuando le comenté cómo hacía yo para resolver el mismo problema con los míos. "Les cuento historias del Día D, el desembarco en Normandía", le dije.



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Si alguien quiere saber por qué los aliados ganaron la Segunda Guerra Mundial, el Día D es el mejor ejemplo de ello. Ese día, un cuarto de millón de hombres venidos de todo el mundo navegaron 160 kilómetros a través del Atlántico, con un tiempo horrible, en una sola noche y bajo fuego enemigo con una sola orden, que era más una determinación: "Hay que tomar la playa".

Hoy sabemos con certeza que esta batalla que decidió el curso final de la guerra y que estuvo a punto de perderse irremediablemente, debió mucho a un puñado de oficiales de rango medio y soldados rasos de todas las nacionalidades, que por encima de generales y estrategas, tomaron la decisión que salvó la operación anfibia más grande de la historia: en una playa de 80 kilómetros de largo, regada por miles de cadáveres, decidieron seguir adelante. ¿Como así? En esto radica la verdadera grandeza del Día D.

"Hay que tomar la playa", se dijeron mientras veían caer muerto a un general. "Hay que tomar la playa", se repitieron cuando el muerto era un coronel, un capitán; Moría el teniente. Nada, "Hay que tomar la playa". El sargento. Igual, "Hay que tomar la playa". Y así hasta llegar al cabo o hasta el último soldado raso. Para sostener como piedra semejante decisión, desde arriba hasta abajo y sin excepciones, contaban con un elemento valioso que hizo realidad su determinación de llegar vivos a las playas. Tenían a su disposición información.

Información necesaria sobre cada metro de tierra, cerro, arbusto, cazamata, o número de tropas, oficiales, artillería, refuerzos, etc. Una información que en definitiva les salvó las vidas y les ayudó a ganar la guerra. Pero, ¿por que perdieron los alemanes? ¿No disponían ellos de información? Sí, claro que sí. Pero su historia es distinta.

Cada vez que moría un general alemán o un alto oficial de la Wermach las acciones se detenían. A veces, hasta dos semanas toda avanzada o iniciativa de ataque era imposible de llevar adelante porque se carecía de la información necesaria para ello. En la mentalidad de los jerarcas nazis, y que para su perdición se convirtió en doctrina, nadie, ningún oficial, debía saber más de lo necesario. Cuando llegaba la nueva autoridad, se conocían recién las órdenes y lo necesario para llevarlas a cabo. Mientras tanto, se había pérdido un tiempo precioso, irrecuperable. Por eso perdieron la guerra.

Ambos contendientes disponían de valiosa información uno respecto del otro. Pero lo que llevó a la ruina a uno de ellos fue la pésima gestión que se hizo de ella. Y esto también se convirtió en doctrina. Desde entonces y hasta hoy sabemos que quien no sepa administrar eficientemente su información, por valiosa o abundante que sea, habrá pérdido su carrerra, negocio o guerra de información. Una lección que, precisamente, muchos periodistas también están entendiendo adquiriendo habilidades informacionales que antes ni soñaban necesitar, aunque de vez en cuando me encuentre con uno que otro despistado que, ¡increíblemente!, presuma de hacer sus notas informativas prescindiendo "totalmente del archivo periodístico". Vaya atrevimiento, ¿no?.

Lo más divertido de esta historia es que también mi amigo quedó fascinado con el relato, lo cual me pareció una tremenda injusticia porque (vanidad de vanidades), en ningún momento le dije, les dije, que lo único que estaba haciendo era relatar, de manera reducidísima y sin un ápice del talento con el que contaba él, las historias contenidas en el libro de Stephen Ambrose, El Día D. La culminante batalla de la Segunda Guerra Mundial, una joya de la historia militar del siglo XX (el mismo autor de otro libro que dio lugar a esa maravillosa serie de televisión Band of Brothers).